lunes, 24 de agosto de 2009

GUAYYYYYYYYYY que nos paso o mejor que le paso a nuestra miss

No lo vi venir. Ni siquiera imaginé que los jueces de Miss Universo coronarían nuevamente a una venezolana, a menos que su representante fuera despampanante que, desde mi punto de vista, no lo fue.

La joven venezolana, Stefania Fernandez, sí me pareció una representante digna de Venezuela, pero tengo que decir que pensé que la corona se la llevaría la bella morena, representante de República Dominicana.

Esta corona significa la sexta para Venezuela. Dos reinados seguidos que iniciaron, en el 2008, cuando Dayana Mendoza obtuvo la corona para su país, tras 12 años de abstinencia de belleza.

Venezuela siempre ha sido un pueblo conocido por la perfección y garbo que tienen sus mujeres. Inclusive, y aunque parezca muy raro, muchos cirujanos plásticos (doctores obsesionados con la belleza absoluta), han visitado el país sudamericano para descubrir qué es lo que hace a las venezolanas tan incomparablemente preciosas.

Y concuerdo con ese estigma. Definitivamente Venezuela es un país exportador de reinas, pero no estoy de acuerdo con la decisión de ayer, aunque muchos venezolanos me apedreen por esta entrada.

La belleza es incondicionalmente subjetiva para los ojos de sus espectadores. Por lo que, para los esquemas de esta humilde blogera, la representante de República Dominicana, Ada Aimee de la Cruz, fue más bella (en todo sentido) que la venezolana.

Inclusive, durante todo el concurso, la morena recibió los más altos puntajes de parte de los jueces. Ya sea en el desfile en traje de baño o en el de traje de noche.

Finalmente, la venezolana se llevó la corona de manos de su compatriota. Imagino que, a pesar de los altos puntajes durante sus dos desfiles; República Dominicana no recibió un buen puntaje tras la pregunta que le hizo una jueza pero, si lo piensan bien, ninguna de las finalistas respondió lo que los miembros del jurado les preguntaron.

Cuando llegó el momento de las temidas preguntas de los jueces, tengo que decir que las cinco finalistas respondieron mal. Y es que, si bien ninguna metió la pata al responder alguna incoherencia como algunas de sus predecesoras, ninguna (tampoco) respondió la pregunta en sí. Todas se fueron por las tangentes.

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